A lo largo de la historia, las personas atractiva, y no necesariamente por su físico, ejercen una mayor influencia en todos los ámbitos de la vida social y política. Nuestro aspecto externo, junto con la imagen profesional y personal, que proyectamos ante los demás, es decisiva para las relaciones personales y profesionales que entablamos a diario y, en gran medida, son la tarjeta de presentación para alcanzar el éxito en ambas facetas.
¿Porque cuidamos la imagen externa?
Estudios europeos sobre la relación del individuo con su propia imagen coinciden en afirmar que ‘gustarse a sí mismo’ constituye el interés principal de la persona a la hora de abordar esta materia, seguido por la necesidad de ‘gustar a los demás’ y, en menor medida, por la obligación derivada de la actividad laboral o por los hábitos sociales relacionados con la higiene o la salud.
Una vez que reconocemos que nos vestimos y cuidamos para gustarnos y gustar a los demás y que, aunque por obligación, cuidar nuestra imagen es necesario para tener una vida social y laboral satisfactoria, debemos tener clara una premisa antes de dar el primer paso: nuestra personalidad y nuestro aspecto han de convivir en armonía. Ser conscientes de nuestras limitaciones, evitar las obsesiones y cultivar la belleza a la par que la personalidad contribuirá, sin duda, a disimular nuestros defectos y potenciar lo mejor de nosotros mismos.
¿En que radica el éxito de la imagen profesional y personal?
En la mayoría de los casos, el éxito de la imagen personal radica en adquirir ‘seguridad’ en todos los ámbitos. No se trata sólo de llevar un vestido que nos favorezca, un maquillaje perfecto, unos zapatos estilosos o un corte de pelo adecuado, sino en que el aspecto externo tenga una coherencia con nuestra comunicación verbal y no verbal. Los gestos faciales, el movimiento corporal, la mirada, la sonrisa… son tan o más importantes que vestir el último modelo de Victorio y Lucchino.
Ante la observación de una misma persona, cada cual se forma su particular imagen de lo que ha visto, sin que por ello tenga que coincidir con la de su semejante. ¿No le ha pasado a menudo que ha intercambiado opiniones sobre un encuentro con un tercero y han llegado a conclusiones opuestas? La imagen personal que proyectamos ante los demás tiene que pasar por el filtro de la subjetividad del interlocutor que, a su vez, está influenciado por su creencias, educación o incluso estado de ánimo.
Fdo: Raquel Alguacil
¿Crees que tu imagen externa es coherente con tu comunicación no verbal?