Un vestido es elegante cuando es acorde a nuestra edad, personalidad y figura; cuando es adecuado al momento en el que lo utilizamos y cuando reúne las condiciones estéticas de líneas, volumen, forma o color. ‘Ir a la moda’, no equivale a ‘ir elegantes’. La moda debe ser filtrada por aquellos criterios estéticos que más se ajustan a nuestra forma de ser y tipología.
El asesor de imagen, estilista o personal shopper, debemos potenciar la elegancia de un individuo o colectivo.
Un traje de alto nivel puede ser elegante o no dependiendo del porte de la persona que lo vista.
Un vestido es elegante cuando:
– Posición del cuerpo. Prima la naturalidad, no la rigidez.
– Los movimientos faciales y corporales deben ser armónicos.
– Los movimientos de la mujer deben ser suaves, mientras que los del hombre deben ser rectos.
– La velocidad del movimiento debe ser sosegada, no precipitada.
– Se debe huir de las combinaciones cromáticas más complejas.
– Armonía en el color.
– Volúmenes reducidos.
– Líneas armónicas que faciliten la lectura de la imagen corporal.
La elegancia sí se puede aprender
Requiere equilibrio personal y dominio del movimiento utilizándolo con serenidad y no con precipitación. Es una cualidad personal que debe ser aprendida y cultivada. La elegancia, por su vinculación con la expresión, tiene que ver con la personalidad y el carácter de las personas, otra cosa es el ser distinguido, que esto no se puede aprender, ya hablaré de este término en otro post.
El principio básico del vestuario elegante es:
- Vestuario reducido pero de calidad y buen gusto.
El armario de la mayoría de las personas está repleto de ropa más bien económica, de la que sólo se utiliza un tanto por ciento. Mucha gente compra la ropa pensando en el precio, es muy típico adquirir una prenda no tanto porque nos haga falta o nos encante sino por su precio. Sin embargo, si al comprarla no le gusta lo suficiente, es probable que le guste menos cuando esté colgada en la percha del armario y además no sepa con qué combinarla. De esta manera, poco a poco vamos acumulando prendas que no nos interesan y que hemos ido adquiriendo por su escaso precio.
Cuando hablo de calidad no me refiero a marcas. Si sumamos el precio de todas las prendas económicas que tenemos en el armario, es probable que sumen el precio de cuatro o cinco prendas de calidad. La ropa de calidad se amortiza a corto y largo plazo tanto por el uso que le damos, como por su duración, cinco veces más.